Historias de Excalibur II
Tú no: la paradoja de los centros progresistas
Este año vivimos una de las experiencias más dolorosas como familia. Después de una larga agonía, nos vimos obligados a abandonar la educación pública y emprender la búsqueda hacia un centro más adecuado que comprendiera y se adaptara mejor a las necesidades de nuestro hijo con TEA. Buscamos entre un sin fin de centros concertados y privados, todos con un perfil educativo vinculado a las pedagogías alternativas, entre los que se encontraban algunos de gran renombre dentro de la Comunidad de Madrid. Entre los coles vimos había escuelas libres, pedagogías basadas en el constructivismo, la Institución Libre Enseñanza, educación Montessori y un largo etcétera, cuyos catálogos describían conceptos como “inteligencias múltiples” “trabajo cooperativo” “atención integral a la persona” “respeto por el ritmo y la forma de aprendizaje”. Debo decir que fue un dececpionante trabajo de campo, cuyos resultados comento a continuación.
Descubrimientos (o constataciones)
1. Si eres madre de un niño de necesidades especiales juegas en otra liga. No importa cómo sea tu hijo: puede ser un futuro Premio Nobel o un gamberro de cuidado, da igual, el resultado será el mismo: decir “TEA” produce el mismo efecto que abrirle la puerta a Freddy Krueguer o ver en calzones a tu vecino. De inmediato, donde había plazas, desaparecen; los directivos y secretarios titubean al atenderte y, luego, balbucean excusas de lo más creativas. Y tú te das cuenta de que tienes el súperpoder de dejarlos mudos con una sigla. Ni Súperman puede lograr algo así.
2. Somos la kriptonita del sistema educativo, el espejo que les devuelve sus carencias y debilidades. Aún busco la resolución a la siguiente paradoja: ¿por qué un centro que basa su política en el enaltecimiento de la singularidad de la persona y el respeto por sus ritmos y formas de aprendizaje apenas tiene dos plazas para personas singulares con ritmos y formas de aprendizaje propios? Si cada persona es única, ¿no deberían recibir, simplemente, personas, independientemente de su diagnóstico o condición? ¿No es otra paradoja que las singularidades se puedan unificar en un grupo (la mayoría de la clase) y en otro (dos niños de necesidades especiales)? Me gustaría creer que es un problema lingüístico y que el conflicto está en lo que “cada uno entiende” por singularidad. Pero la realidad es más llana y mundana: hay “singularidades” que requieren de apoyos especializados y esos apoyos cuestan un dinero que no se está dispuesto a invertir.
3. La diversidad humana tiene límites de admisión. El autismo se detecta a través de la conducta. No hay ningún examen físico, hasta el momento, que determine al cien por cien que una persona tenga esta condición. Por lo tanto, me pregunto: ¿les pasan un test de personalidad o conducta a todos los futuros alumnos y les dicen frases como: “lo siento, no tenemos apoyos para niños irreverentes, xenófobos, intolerantes, crueles o con tendencias psicopáticas”? ¿Qué determina que unas características personales sean más admisibles que otras? ¿Quién lo cuestiona? ¿Cómo hemos llegado a creer y establecer en dichos criterios?
4. Los famosos recursos no están contemplados en las cuotas, por altas que sean. Una de las respuestas más ridículas y frecuentes es: “no tenemos los recursos para atenderlo adecuadamente”. La solución es simple: echa de inmediato a tu administrador. Porque si mantienes un discurso progresista, necesitas sustentarlo económicamente para que tu centro sea creíble y coherente. No logro descubrir cómo calculan las cuotas, de por sí altísimas, de forma que no contemplen más personal en el equipo de orientación. Hay otras soluciones también: invertir las ganancias en formación a todo el profesorado; tener en la plantilla un porcentaje de maestros de educación especial o con especialidad en pedagogía terapéutica; privilegiar en la contratación a maestros con la carrera de pedagogía o psicología; establecer acuerdos con centros de referencia para que te asesoren de forma continua y, sobre todo, en las entrevistas a tus futuros trabajadores prestar especial atención a la actitud y sus ganas de aprender.
5. Cada niño no tiene lo que necesita, sino lo que el sistema puede darle… y lo que tú puedas pagar. Si el interés por ofrecer las mismas oportunidades a todos fuera auténtico; si realmente se cree en el discurso pedagógico que tiene como principios la atención integral centrada en la persona y la cooperación, entonces no se tendría que abonar ningún extra por servicios de psicología, logopedia u orientación: sería un sistema solidario.
6. El ser humano nunca dejará de sorprender . Cito la respuesta de la coordinadora de un colegio Montessori: “es una pena pero un colegio como el nuestro no está preparado para un alumno de necesidades especiales. Hay ciertos niños que solo pueden asumirlos las escuelas públicas”. Resulta extraño que con cuotas que rondan los mil euros, no cuenten con algún especialista o profesora de educación especial. Me pregunto qué opinaría María Montessori sobre su discípula.
La conclusión parece bastante evidente y es tan dramática que da risa. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de las contradicciones, paradojas e incoherencias entre la teoría y la práctica que rodean muchos de los sistemas escolares que se basan en las pedagogías innovadoras. Lamentablemente, en nuestra experiencia, solo en uno de los casos (y hemos visto muchísimos) nos alentaron a llevar allí nuestro hijo. Actualmente encuentra escolarizado allí. Los demás centros no mostraron interés por conocerlo más a fondo que lo que dice el DSM-V.
Imagino que se debe a que estamos en el otro margen, aquel que justifica y les brinda el motivo para existir. Un lugar funcional a sus propósitos, que acentúa la carencia para animar la filantropía y confunde la inclusión con la caridad.
Viñeta realizada por Ceci dibuja.