Lectura que (es) llama

1 de Marzo de 2016

Lectura que (es) llama

Queridas mamás de niños especiales:

Hace unos días terminé la lectura de La Chispa, el libro de Kristine Barnett sobre su hijo Jacob. Leí la última página, sentí el nudo en la garganta, cerré el libro, puse la mano en la contracubierta, y pensé “Dios mío… después de leer esto sientes una fuerza renovadora o te hundes para siempre”. 

Jacob fue diagnosticado con autismo grave y casi había perdido todas sus facultades con tres años, pero resultó ser un savant; un auténtico genio enamorado de la astrofísica, que terminó en la universidad a los 9 años y hoy desafía la teoría de la relatividad de Einstein. ¿Qué tal?

Confieso que para mí, la mamá de un niño con autismo en grado moderado, la lectura no dejó de dolerme por momentos. Creo que la comparación es el mal de la humanidad y, confieso, mi corazón lo hizo con descaro. La envidia, también, se paseó con total impunidad. ¡Menos mal que la acepté con total dignidad y elegancia! Al final me cansé de sentirla, sus recursos eran tan limitados que terminó por aburrirme y la desterré de mi ánimo. Fue un alivio, porque entonces pude ver la chispa de la obra y ser justa con Kristine, su historia y la trama del libro.

El hecho de que Jacob sea un genio es solo eso: un hecho. Un hecho ineludible, que teje una sustancia argumental más profunda y sofisticada. La lucha de Kristine no es contra la falta del reconocimiento intelectual de su hijo, sino a favor de escuchar el latido de los niños, de avivar ésa llama que los hace únicos y, al mismo tiempo, es la clave para reconciliarlos con el mundo. Una chispa que tiene toda la fuerza para hacer más cálida la realidad e iluminar su lugar en la vida, que no es poco. Sean de alto o bajo funcionamiento.

Pero hay algo más en el libro que centellea con la misma intensidad: la fuerza de Kristine para decir basta y escuchar su instinto. Para poner el límite a los demás y no dejarse invadir por lo que “hay que hacer”. Me gustó su valentía para no dejarse ahogar por los ejercicios, las agendas, la documentación, y la determinación en que su hijo fuera feliz. Una de las escenas que más me conmovió fue cuando harta de tantas terapias y obligaciones, monta a su hijo en el coche –en ese momento tenía un diagnóstico de autismo severo- y conduce hasta el medio del campo. Era de noche y sólo se veían las luces de las estrellas. Entonces pone la música muy alta y deja que el jazz suene con fuerza, mientras abraza a Jacob y baila con él sobre la hierba. Justo ahí, después de girar y girar, toma forma una decisión tan clara como difícil: devolverle su infancia.

De todo el libro, esta escena se repite una y otra vez. Puedo verlos bailar, oler la hierba, sentir el frescor y oír el palpitar de cada canción. Escucho la angustia de madre y el tenue golpe de la esperanza. Quizás por eso el domingo nombré capitán a Bruno y nos fuimos a explorar por el monte. A pesar del invierno y el viento, no pasamos frío. Observé a Bruno: no tenía la chispa, tenía una llama.

Un abrazo fuerte
Carolina

Kristine Barnett
ISBN: 9788403013490
Editorial Aguilar

Conoce mejor a Kristine y a Jacob

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