La belleza de la oscuridad

La belleza de la oscuridad

Por alguna razón, a diferencia de algunos países orientales, en Occidente hemos optado por la luz. La vida se dispone en función de ventanas amplias, paredes blancas, objetos delicados que repelen todo indicio de oscuridad. El sol traspasa nuestra cultura y deja al relieve la tranquilidad que traen los tonos impolutos. Esta concepción ha calado en los libros infantiles. Las tramas se desarrollan en función de la necesidad de revelar o arrojar luz sobre ciertos temas, y en páginas dominadas por la claridad o el minimalismo. No se trata de una crítica —hay excelentes libros con estas características— sino de una observación. Junchirō Tanizaki cuenta que en Oriente sucede lo contrario. En Japón, por ejemplo, todo cobra sentido a través de la sombra. La oscuridad comenzó con largos aleros para proteger las casas de las ráfagas de la lluvia, y desde entonces, han hecho de la necesidad virtud. El material de la vajilla se elige en función del brillo respecto al ambiente anochecido; los cuadros o flores que adornan del toko no ma —hueco en la sala— se escogen por la profundidad de la sombra que genera: “a nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida. Para nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás”. La sombra, por tanto, no es funcional sino estética, y define una forma de vida.

En esta línea se encuentran Duermevela, Regreso a casa y Sombras. Tres álbumes donde la presencia de la oscuridad nace de un principio ligado a la belleza. El negro no es un monstruo que vencer ni un amigo incomprendido, sino un paisaje destinado a cautivar.

Junichirô Tanizaki
Siruela| 2018

Juan Muñoz-Tébar | Ramón París
Ekaré | 2017

Artículo especial: «El bosque del sueño: origen y edición en Duermevela»

En Duermevela la luz es un pincel que da brillo a la noche. En un tupido escenario natural, Elisa pasea en busca del sueño perdido. Sonriente y en calma, camina por el bosque con el placer de un ritual ya conocido mientras redescubre los secretos del lugar. Un tapir la acompaña hasta que llega el ansiado descanso, cuando juntos observan el inmenso cielo nocturno. Un placer que el propio lector o lectora puede compartir al abrir el sorprendente desplegable que aguarda en la mitad del libro. Las magníficas ilustraciones de Ramón París acompasan un texto sutil, sencillo y poético, por el cual se puede andar y desandar hasta que salga la luna.

Akiko Miyakoshi
Océano Travesía | 2017

Regreso a casa retrata ese momento preciso, en el que las horas ceden la noción del tiempo a los humanos. Ocurre pocos minutos después de que la noche inunde las calles, cuando la sombra del día abraza los negocios, los oficios y las personas. Las persianas caen, las farolas se despiertan, las cenas se sirven y las ventanas de la ciudad se encienden. En este contexto, el tránsito de una conejita en brazos de su mamá se convierte en la narrativa de este reconfortante álbum de Akiko Miyakoshi. Una voz peculiar que revela los diferentes itinerarios de la noche en el interior de la ciudad.

En otro registro, Suzy Lee despierta todas las posibilidades del juego imaginario en Sombras. El último libro de la trilogía del límite, hace uso del formato —específicamente del cosido de las páginas— para establecer la frontera entre la realidad y la ficción. Pero, ¿qué ocurre cuando la sombra, ya personificada, salpica a la luz? ¿Cuáles son las consecuencia bailar con nuestro lado oscuro? En este libro, en las sombras están la reflexión, el pensamiento y la vida.

En síntesis, tres obras que nos obligan a transitar una lectura con asociaciones menos frecuentes y a descubrir —o redescubrir— la belleza de estar en el lado oscuro. Feliz lectura.

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