«El niño raíz» o el encuentro de la reconciliación
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
Alejandra Pizarnik, Obras completas, Corregidor
Presta atención, aguza los oídos… ¿lo escuchas? A lo lejos, el bosque suena. ¿Oyes los murmullos, el crujir de las hojas, la luz haciéndose paso entre las ramas? La vida crepita entre seres fantásticos y reales, entre las sombras del afuera y del adentro. Allí, en ese lugar que, según dicen, es la frontera con el fin del mundo, vive Leslie. Y allí comienza esta historia.
Siempre hay un momento en el que sentimos que el mundo se detiene. Suele ser cuando el dolor se incrusta de forma inesperada, o bien, termina de formar la crisálida en el que estará el resto de sus días. En ocasiones, también pasa lo contrario: no podemos entender por qué el mundo sigue su marcha cuando algo, en lo profundo, se ha quedado inmóvil y estanco. «¿Acaso no ves que la pena me ha herido?» susurra el cuerpo mientras la oficina continúa su rutina y el tren sale en su horario.
Este es el silencio de esta hermosa historia. Lo que calla para dar cabida a la imaginación del lector. No sabemos qué le pasó a Leslie, pues la escena comienza en el bosque donde construyó su cabaña y su vida. Pero sí, que tiene una cicatriz invisible que la convierte en una criatura hosca y, según el zorro, «un ser temible».
«Zorro ¡Leslie es un poco de los nuestros!», dirá la reina de las hadas. Y junto con otros seres del bosque tramará un plan: dejarle a su cuidado a un niño raíz. En ella hay algo salvaje, dolido, indomesticable; en el pequeño la necesidad de ser cuidado y amado. A través de los días, la rutina hace de las suyas. Al niño raíz no le gusta la ropa ni las plantas en macetas; Leslie cree que hace demasiadas preguntas y se enfada cuando le pregunta «¿Por qué siempre estás sola?». Sin embargo, la necesidad del vínculo prevalece y el amor, cada día, se hace más fuerte.
Después, por supuesto, viene lo inevitable y lo esperado. La naturaleza llama al niño raíz. Ante la partida del pequeño con el que compartió sus días, Leslie decide marcharse del bosque: «cubre cuidadosamente los muebles con sábanas blancas y después cierra las puertas de su casa». Vuelve a la sociedad que un día dejó.
El niño raíz es una historia mágica, donde convergen mitos y leyendas en un argumento que trasciende el tiempo. Su valor literario está en la transformación de la protagonista y un impecable esquema narrativo. El lenguaje sencillo, directo y concreto, sostiene una ilustración que nos envuelve en el singular universo de su autora. Un bosque tupido con la memoria de la tradición oral, donde podemos andar y desandar sobre lo extraordinario, mientras asistimos a un estratégico complot de hadas, duendes y animales.
Entre estas coordenadas anida aquello que late solo en la lectura íntima. El niño raíz representa la necesaria reconciliación que necesitamos, cada tanto, con el mundo. Esa soga que, a través de una conspiración amistosa o del destino, aparece para ser tomada y rescatarnos de los abismos cotidianos a través del poder transformador del otro. Un vínculo con dialéctica propia, no exento de luchas, pero tampoco de esperanza.
Espero que hayas aguzado el oído. Sigue el sonido de la brisa al rozar el sombrero del duende, el perfume del canto de la tierra. Visitar el bosque ideado por Kitty Crowther es dejarse llevar por el recuerdo de historias míticas y conocidas. O preguntarse, de pronto, si serás protagonista o parte del complot.
Kitty Crowther
Lóguez
Kitty Crowther es una reconcida autora de libros infantiles. Ha obtenido diversos reconocimientos por su obra, entre el que destaca el Premio Astrid Lindgren Memorial 2010. En el ámbito español, la catedrática e investigadora Rosa Tabernero es quien más se ha dedicado al estudio y análisis de su obra.