Salud mental y lectura: «Están más vivos y menos derrotados, la palabra ha tenido un efecto profundamente humanizador»

Salud mental y lectura: «Están más vivos y menos derrotados, la palabra ha tenido un efecto profundamente humanizador»

Cada semana, Silvia García Esteban viaja al Centro de Salud Mental de Hortaleza para acercar una experiencia literaria a los pacientes. Les regala, dicen, un soplo de vida.

¿Cómo nació este proyecto?

El proyecto surgió de varios encuentros afortunados, por un lado de mi formación en mediación lectora y por otro, de la acogida y el apoyo que he recibido desde que llegué al centro, en primer lugar por parte de Antonio Ceverino, y posteriormente por el resto de profesionales que lo conforman. Todo esto unido a una profunda necesidad propia de tratar de hacer llegar a los pacientes psiquiátricos, a través de la literatura, una ventana por la que asomarse al mundo. Siento que mi proyecto nace por una necesidad de justicia, de conocer una realidad dura, que es la realidad de las personas con problemas de salud mental y tratar de revertir de alguna forma esa realidad, ofreciéndoles la literatura como un arma poderosa para atravesar esa difícil batalla que libran en su día a día.

Desde el primer momento conté con el apoyo incondicional de los profesionales que se entusiasmaron con la propuesta, en concreto con las terapeutas ocupacionales Olga, Beatriz y Carmela que han sido, desde que comencé, mis compañeras y aliadas en esta aventura. El paso siguiente fue hablar con los pacientes que acuden a la Unidad de Terapia Ocupacional, que es el lugar donde se desarrolla, y proponerles la actividad, pues quise desde el primer momento diseñarla para los pacientes, que ellos fueran los protagonistas, desde su deseo y desde sus intereses. Y así contando con ellos fue como echó a andar mi proyecto hace cosa de un año y medio.

¿Cómo se desarrolla cada encuentro?

Cada jueves a las 11.30 acudo a la Unidad de Terapia Ocupacional con mis libros bajo el brazo. Me gusta llevar varias opciones y que seleccionamos juntos los libros que nos apetece leer ese día. Para mí es muy importante que ellos puedan elegir, que sientan que su opinión cuenta. Normalmente cada día leemos dos álbumes y después de cada lectura hablamos, reflexionamos e intercambiamos impresiones sobre ella. Comentamos lo que hemos sentido al leer las historias y lo conectamos con nuestras propias experiencias vitales. Se genera, así, un espacio de escucha y de alzar la propia voz. Se escucha a los otros, pero sobre todo se escuchan a sí mismos. Es un lugar donde oyen lo que tienen y quieren decir. Creo que es muy importante la horizontalidad de esta actividad. Cada día insisto con ellos sobre esta cuestión: las opiniones de todos son igual de importantes y valiosas. Me despojo del lugar del saber y trato de centrar el protagonismo en ellos. Esto ha hecho que los encuentros se hayan convertido en un espacio en el que los pacientes crean pensamiento propio, con las consecuencias que eso tiene para cualquier sujeto.

¿Bajo qué criterios realizas la selección bibliográfica?

Después de analizar las necesidades de las personas con las que iba a trabajar, decidí comenzar llevándoles libro-álbum. La mayoría que acuden al grupo son pacientes con fuertes medicaciones psiquiátricas, lo que afecta de una forma importante a la memoria y a la capacidad de concentración, unas dificultades que no se pueden dejar de lado cuando se aborda un proyecto de mediación lectora. Desde mi punto de vista, el libro-álbum permitía allanar el camino, facilitaba que todas las personas, independientemente de su estado o condición, pudieran seguir la historia. A lo largo de nuestro recorrido hemos tenido algunas experiencias con novelas, les gustó mucho Agu Trot de Roald Dahl y estuvimos una temporada leyendo Carta al Rey de Tonke Dragt.

Ambas lecturas fueron gratificantes y placenteras, pero después de reflexionar juntos, llegamos a la conclusión de que la lectura de libro-álbum les gustaba más, nadie se perdía y provocaba una mayor participación, por estas razones hemos vuelto a este género como material para nuestros encuentros. Hemos leído a Sendak, a Ungerer, Shau Tan, Rodari, Bouchard, Lio Lionni y William Steig, entre otros. También intento siguiendo esta filosofía, llevarles libros que nos permitan abordar temas importantes y por los cuales compartimos todos interés, leímos Arturo y Clementina de Adela Turin y Presente de Margarita del Mazo y después de su lectura reflexionamos sobre la violencia de género. Hemos leído El viaje de Pequeña Impedimenta y estuvimos debatiendo sobre los refugiados y los niños que huyen de la guerra. La lectura de El pato y la muerte de Wolf Erlbruch provocó una amplia conversación sobre las distintas formas de afrontar la muerte en nuestra sociedad, hablamos sobre el tabú que hay alrededor de ella y sobre las creencias de cada uno acerca del más allá.

También les llevo libros para jugar y reír, el placer y la risa son muy importantes en esta propuesta, desde el principio se han mostrado encantados con estos libros, se prestan al juego sin ningún prejuicio. Fue particularmente llamativa su reacción cuando leímos Nicolasa y ¿tu casa? de Mar Benegas, un libro para cantar y jugar con sus versos, después de cantar y reír juntos me dijeron que no sabían qué les había pasado, pero que se sentían mucho más contentos. El placer y la alegría son dos ingredientes que no deben faltar en estos talleres.

¿Has notado cambios desde que comenzaste a trabajar con ellos hasta el día de hoy? Si es así ¿Cuáles?

El cambio que ha dado este grupo es espectacular, cuando comencé a trabajar con ellos me encontré con personas a las que les costaba hablar y participar en grupo, personas un poco ausentes y faltas de ilusión. Hoy en día todo es diferente, he tenido que cambiar algunas sesiones porque muchas veces ya no nos da tiempo a la lectura de dos libros por todo lo que tienen que decir; han empezado a disfrutar de su espacio de reflexión, de opinar sin miedo, ha cobrado muchísima importancia su palabra, ellos se sienten libres de expresarse y disfrutan haciéndolo. Siento que en este grupo de lectura están más vivos y menos derrotados, la palabra ha tenido un efecto profundamente humanizador, en general están más presentes y creo que la actividad incide muy positivamente en su estado de ánimo. Cuando los escucho hablar ahora su voz tiene más fuerza. Uno de los participantes me dijo un día, que al principio cuando comenzamos la actividad, no se enteraba de nada, pero que al poco tiempo empezó a entender mejor las palabras gracias al taller. A día de hoy esta persona ha iniciado su propio camino lector.

Mi objetivo nunca ha sido que los pacientes se hicieran lectores, mi meta era que los pacientes tuvieran un espacio de disfrute con la palabra, un momento placentero alrededor de los libros. Era tratar de abrirles una ventana al mundo, de llevarlas a lugares que de otra manera no conocerían, de que puedan vivir otras vidas a través de la literatura que les llega por mi voz y mi presencia. Y aunque no sea mi objetivo hacer lectores, es una gran satisfacción que alguien, que partía de unas dificultades tan importantes haya logrado encontrar un refugio en los libros.

El imaginario de personas con problemas de salud mental es muy variado ¿Es un colectivo lector con características propias?

El colectivo de personas con problemas de salud mental es tan variado y rico como personas existen afectadas. Hay personas, como nos dice Princesa Inca en uno de sus poemas, que leen a Lorca y a Nietzsche y lo que haga falta (a pesar de tener discapacidades reconocidas) y hay otras que no tienen ningún bagaje lector porque no han tenido esa oportunidad, pasando por puntos intermedios, es muy amplio y muy difícil de catalogar. A esto hay que sumarle ciertas dificultades, como la afectación, en algunos casos, por la mediación, en otros la expulsión del sistema educativo por falta de los apoyos necesarios o la falta de recursos económicos, dado que nuestro sistema ofrece pensiones muy precarias para quienes no pueden trabajar. Todo esto en su camino hacia la lectura.

¿Puedes contarnos alguna experiencia de lectura que te haya resultado especialmente conmovedora o significativa?

A lo largo de nuestro recorrido hemos vivido varios momentos significativos, quizá es especialmente conmovedor lo que ocurrió con la lectura de El árbol rojo de Shaun Tan, un álbum muy especial en el que ellos vieron reflejadas muchas emociones y sensaciones que habían vivido a lo largo de su existencia. Fue una forma de poder nombrar esas dificultades y de algún modo nombrarse. Sin duda sintieron que el libro estaba abordando la enfermedad mental, y lejos de producir en ellos un sentimiento de tristeza, produjo en ellos un sentimiento de alivio, por esa función de la literatura de permitir nombrar las cosas. Emocionante fue escuchar su interpretación de qué era ese árbol rojo del que hablaba Shaun Tan, todos tuvieron muy claro (atención spoiler) que era la ayuda que todos necesitamos. Explicaban que sin esa ayuda, solos ante las dificultades, no había posibilidad de salir adelante, pero cuando existía esa ayuda todo era mucho mejor.

La lectura de Cuando mamá llevaba trenzas de Concha Pasamar y de En casa de mis abuelos de Arianna Squilloni nos permitieron abordar la infancia, hablamos de los recuerdos de cuando éramos niños, algunos de ellos con nostalgia, otros con dolor, pues muchas personas afectadas por problemas de salud mental han pasado por situaciones vitales muy duras, de abusos y violencias. Y pese a todo, la posibilidad de poner palabras a lo que nos ha ocurrido siempre tiene efectos catárticos y liberadores. Otro álbum que dio mucho juego fue la lectura de Con la cabeza en otra parte de André Bouchard, un cuento pensado para niños que nos llevo a lugares muy profundos, pues reflexionamos sobre qué pensábamos que era perder la cabeza. Afirmaron, entre otras cosas, que muchas personas pierden la cabeza justamente por la sociedad que tenemos y lo complicada que es la vida, por las exigencias del trabajo y del mundo realmente hostil en el que vivimos.

Las conversaciones alrededor de los buenos libros permiten esta magia, nos permiten hablar de la vida y de todo lo que nos concierne como humanos que somos porque nos toca, porque habla de nosotros.

¿Por qué unir literatura y enfermedad mental?

Esta pregunta quizá es la esencia de todo, como persona afectada por un problema de salud mental he vivido en mi piel muchas de las dificultades que padecen estas personas. A pesar de mi sinuoso camino, creo que soy una persona muy afortunada, mi fortuna ha sido encontrar en la vía de la palabra un refugio, si yo no me hubiera encontrado con el psicoanálisis no hubiera podido construir este anclaje simbólico que tengo ahora y mi destino hubiera sido muy diferente. Por otra parte, la razón por la que soy mediadora tiene nombre propio, mi afortunado encuentro con Mar Benegas ha producido un viraje en mi existencia, ella me ha dado un mensaje subversivo, que la literatura permite transformar la fealdad del mundo en belleza. Creo profundamente en el poder transformador de las palabras, como nos dice Mar, en esa gasa en la que se puede convertir un poema, y creo que la palabra justamente debe llegar a los lugares donde más falta hace, para dar esperanza y cobijo a quien tanto lo necesita y la salud mental, tan abandonada y menospreciada por la sociedad, es un lugar donde la literatura puede iluminar y donde la palabra hace mucha falta. Yo he tenido mucha suerte encontrándome con personas comprometidas y valientes que de alguna forma hay que devolver a la sociedad la generosidad que hemos recibido de otros, no por bondad sino por justicia.

Has elegido trabajar con un colectivo vulnerable del que se sabe y se habla poco en el ámbito literario. ¿Cuál fue tu camino para llegar a él?

Bueno, llegar a él ha sido fácil puesto que soy parte del colectivo, soy una persona que padece desde hace muchos años un problema de salud mental, y que he tenido la suerte de recibir la ayuda que necesitaba por parte de muchas personas para hoy ser quien soy, para ser una persona rehabilitada y recuperada.
Quizá este es uno de los ingredientes más importantes en mi trabajo como mediadora con pacientes psiquiátricos, porque los pacientes del Centro de Salud mental de Hortaleza son mis compañeros. Cuando me presenté al grupo no me presenté en primer lugar como mediadora, me presenté como una paciente más del centro que además era mediadora de lectura y quería ofrecerles algo que a mí me había ayudado en mi camino. Este detalle lo ha cambiado todo.
Creo que si la mediación lectora es una trinchera, elegir el campo de la salud mental para ejercerla es una doble trinchera, aquí todo está por hacer, por construir, hay mucho abandono, pero mi deseo es fuerte para afrontar nuevos proyectos que lleven un poco de luz con la palabra aquí donde tanta falta hace.

¿Qué papel ha jugado la palabra literatura en tu vida?

La palabra literatura es hoy en día el motor de mi existencia, es el refugio donde me cobijo y es la razón de casi todo.
No siempre fue así, es un significante que a lo largo de mi recorrido simbólico he construido, lo he hecho mío, me he apropiado de él, podría decir que es el invento, en tanto que tiene un significado propio, que ha surgido después de un largo recorrido analítico. La literatura ha hecho aflorar un lenguaje nuevo, una lengua nueva que me permite transformar la fealdad del mundo en belleza, es la lengua del biendecir que ha transfigurado esa lengua pesada y triste de la infancia en algo vivo y lleno de oportunidades nuevas. Cuando leo, cuando escribo, cuando preparo un taller para otros, cuando transmito mi pasión por los libros, estoy dando una nueva vida al lenguaje que a la vez me da una nueva oportunidad de ser la persona que yo quiero ser.

¡Muchas gracias, Silvia!

Silvia García es colaboradora de la Fundación Manantial, tanto de artículos publicados en su blog como conferenciante. Brinda coloquios y charlas en los en institutos para sensibilizar a los adolescentes sobre las personas con problemas de salud mental, y realiza diversas formaciones a psicólogos y psiquiatras como experta en primera persona. En la actualidad, además, es responsable el taller de lectura en una residencia de la Fundación Manantial y formadora de Solidarios para el Desarrollo.

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