10 de septiembre de 2015
Primera Carta
Hola, Bruno:
¡Qué nervios empezar! Imagino que siento el mismo temblor tú al comenzar Primaria. ¿Has visto? Esta semana los dos nos estrenamos. Tú en una etapa y yo en otra. Porque hoy escribo las primeras líneas en este blog en el que voy a contarte, casi casi como si fuera un secreto, la historia de los cuentos que vivimos. Si estuvieras aquí me dirías “mamá: los cuentos no se viven. Se leen”. Entonces yo te respondería que hay excepciones, porque desde que te conozco tú has leído con el corazón, el silencio, el cuerpo y la voz. Has leído, Bruno, con la vida.
No te voy a engañar: el triángulo amoroso entre tú, el autismo y yo es difícil, por muy amoroso que sea. Por eso, desde que recibí tu diagnóstico he sumado la lectura a nuestra relación. Los números pares, además de gozar de entereza y naturalidad, nunca dejan a nadie solo. Para ellos la soledad es un imposible matemático. El resultado, desde aquella decisión, es que el triángulo se ha convertido en un círculo de confianza, donde las palabras pueden ir y venir, encontrarte, crearte y recrearte. A veces suman, otras multiplican y, siempre, a ti y a mí nos da igual. Te confieso que también hay situaciones que restan. Sin embargo, divididas entre los cuatro, las dejamos a cero. Nuestro encuentro con los libros tiene fórmulas infinitas.
Creo en la literatura, querido Bruno, tanto como creo en ti. Por eso este espacio recoge la historia de los libros que leímos y de cómo, casi sin quererlo, se te metieron en la vida. Trata de cómo completaste cada relato con tu imaginación, tus ganas de aprender y de entender. Y, a la par, trata de otras cosas, porque los días también tienen historias que merecen ser contadas.
Ahora te dejo, se acerca el mediodía y, aún, me queda mucho por leer.
Te quiere,
Mamá.
Dibujo de Bruno.
Estamos los dos leyendo, él se asoma sobre mi hombro con cara de «serio e interesado».