«Los álbumes presentan un mundo estructurado y concreto»

«Los álbumes presentan un mundo estructurado
y concreto»

Hace unos días, Marián me hizo el regalo más bonito de los últimos tiempos: un video con la lectura visual de Los tres bandidos, un álbum clásico de Tomi Ungerer. La ilustración llevó las preguntas, las preguntas al diálogo y el diálogo a compartir su interesante proceso de trabajo, que ha logrado conectar la lectura con varios niños con necesidades especiales.

Marián Lario es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Es ilustradora y actualmente tiene sus propios cursos sobre creación de libro álbum.Su profesión y vivencias familiares la han acercado a niños con necesidades educativas especiales, en particular al autismo. Con ellos ha realizado diversos talleres y, para ellos, ha creado materiales donde la ilustración es la auténtica protagonista. Un buen ejemplo es la explicación visual que utiliza previa a la lectura de los álbumes. Y un buen ejemplo del ejemplo es la que hizo, especialmente, para este blog con Los tres bandidos, un libro clásico de Tomi Ungerer, con el fin de que todos los niños –independientemente de su capacidad- pudieran acercarse a él y disfrutarlo.

Marián no enseña: construye. En sus palabras «es mientras ilustro, en el propio proceso cuando se establece la comunicación más potente entre la obra y el niño». A través de sus dibujos establece puentes de comunicación entre los libros y los lectores, no para enseñarles qué es un dinosaurio, sino para que se encuentren con él. Y, si habla del sol, es para que sus rayos de tinta les den calor. Sobre la relación entre su profesión y los niños de necesidades especiales, hablamos en esta entrevista.

Video para aprendices visuales. Marián realiza este trabajo durante la lectura de cada álbum.

Hace poco en un encuentro de lectura crítica,  tuvimos una interesante discusión sobre las formas de pensamiento de una persona. Nadie duda de que existe el lenguaje verbal, pero ¿podemos hablar de un lenguaje puramente visual?

En el mundo de la ilustración y el diseño es muy habitual hablar de “pensadores visuales”, esto no ocurre en todos los profesionales del área pero sí es más fácil encontrar en ese círculo personas que perciben el mundo de forma visual: lo que vemos nos habla constantemente, nos explica cosas, nos aporta detalles y estamos más abiertos a ello, es en gran parte nuestra fuente de inspiración que después transformamos en historias… En historias visuales, en ilustraciones que narran cómo vemos, conectando con el espectador, compartiendo nuestro mundo con él.

Cuando creamos un álbum como autores no solemos crear primero un texto si no que partimos de imágenes, conectando secuencias puramente visuales que más tarde encontrarán un orden y completaremos -o no- con un lenguaje verbal.

¿Qué es lo más valioso, en el plano comunicacional, que aportan las ilustraciones en los libros?

La ilustración puede ser un lenguaje que acompañe más o menos al texto de forma fiel y, de hecho,  puede reforzarlo exaltando las sensaciones que este quiere trasmitir, pero también es capaz de manipularlo -incluso contradecirlo-, de jugar con él, ofreciendo guiños inteligentes al lector y de contar historias paralelas al lenguaje escrito, entre otras muchas cosas.

¿Cuál crees que es el potencial de los álbumes frente a otro tipo de libros en el caso de los niños con diversidad funcional?

Los álbumes ilustrados presentan un mundo estructurado entre texto e imágenes, crean un mundo mucho más concreto, cercano a la experiencia visual del lector, que el del lenguaje puramente verbal porque “ata” la información final con “distintas cuerdas”. Para un niño con dificultades, a la hora de entender un mundo lleno de palabras a las que no consigue poner aún significado, un álbum ilustrado es su salvavidas, dado que si no consigue sujetarse bien de una de las cuerdas siempre le queda la otra.

¿Cómo tu profesión de ilustradora te ha ayudado a conectar con niños de estas características?

Hace varios años empecé a realizar talleres para niños con TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad) porque vi que, a través del proceso de la construcción de imágenes, se podía trabajar la concentración. Más tarde estuve realizando talleres creativos con niños de distintas necesidades educativas (TEA y Síndrome de Down). A través del proceso creativo se ofrecen mundos íntimos y personales que consiguen atrapar por completo a los niños y, además, les ayudan a hacer tangible muchas de las cosas que les ocurren a diario. Con estos recursos la atención es inmediata: no existe nada más que eso en ese momento. Por ejemplo, colocas a un niño de cara al resto, con dos juguetes en cada mano y lo dibujas,  mientras dices el nombre de los juguetes y explicas de forma sencilla las partes del cuerpo. En esos momentos, te das cuenta de que ellos están entendiendo lo que pasa a su alrededor. Una vez ocurrió que borré los brazos del niño y los volví a dibujar metidos en el bolsillo. Entonces pregunté: – ¿Dónde está el coche y el muñeco? Uno de los niños con TEA respondió: «¡En el bolsillo!» y metió la mano en los suyos propios. Era la primera vez que decía la palabra «bolsillo». Nunca olvidaré su mirada de complicidad y conexión con la situación.

Tienes una forma muy singular y exitosa de enseñar los álbumes, a través del visual thinking. ¿Puedes contarnos qué es?

Las personas con TEA tienen un gran sentido del lenguaje visual, en él se sienten seguros porque les acerca la información de manera natural. Cuando un niño con TEA lee un texto está haciendo un esfuerzo por comprenderlo, mucho mayor al que cualquier otro niño haría. Sin embargo, en el lenguaje visual el libro se les abre de forma agradable, lo entienden y lo hacen suyo… porque lo disfrutan. Si a ello añadimos  no solo las imágenes sino su proceso de construcción, diseminando la información clave para entender la historia que el álbum cuenta, entonces el éxito está asegurado: ese niño no solo habrá leído un álbum si no que lo habrá devorado.

Para ello se ponen en marcha recursos como la construcción de la imagen in situ, el apoyo visual de las ilustraciones del álbum y el texto con las palabras o conceptos claves escritos en el momento. Junto a todo esto es importante el ritmo en el que se cuenta la historia y que esta mantenga un orden puramente visual, reforzando visualmente las distancias -con flechas- y los contrastes -lleno, vacío, alto, bajo…- así como añadiendo pequeñas notas de color.

¿Qué has aprendido o descubierto al seguir esta metodología?

He experimentado que términos como “empatizar”, “concentración” y “expresión” en niños con TEA no son solo posibles en estas circunstancias, sino que se consigue llevarlos a extremos impensables,  ya que se construye un mundo común entre el niño y la persona que la realiza.

¿Cuál es tu opinión del uso de los pictogramas en los álbumes ilustrados?

Los pictogramas son un recurso fantástico para hacer la vida de los niños con TEA más sencilla, de forma que se puedan comunicar con la persona que tengan al lado, les conozca o no. Pero un pictograma aporta una información muy reducida de aquello que representa: si en un álbum tenemos una doble página con un niño chutando una pelota a punto de marcar gol podríamos explicarlo a través de tres pictogramas: el de una pelota, el del niño chutando y el propio de la portería de fútbol. Es decir: explicaríamos la acción, pero no entraríamos en “la realidad del personaje”, no lo viviríamos con la emoción de un niño que está a punto de marcar un gol. Los álbumes ilustrados nos permiten entrar en mundos de sensaciones que podemos hacer propias, los pictogramas no.

Por último, ¿puedes contarnos algún recuerdo o anécdota significativa vinculada a la ilustración?

¿Sólo una? (risas)La ilustración es el motor de mis días, ha traído a mi vida los mejores amigos que me podría haber imaginado, ilustradores con los que comparto grandes dosis de risas, absurdos varios, tristezas y logros. Sin ellos, mis “azuletes”, nada sería igual.

¡Muchas gracias, Marián!

Para conocer más a Marián Lario

Libro

Tomi Ungerer
Kalandraka

«Los álbumes ilustrados nos permiten entrar en mundos de sensaciones que podemos hacer propias, los pictogramas no»

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