Atención temprana: leer con las manos, sorprender a la vista
Exploramos libros en los que la narrativa cobra sentido a partir del formato, y la complicidad entre material y diseño crean un sugerente espacio de lectura.
Es sabido que los bebés leen con el cuerpo. Transforman el libro en un sombrero, en refugio, en prueba motora. Saborean —literalmente— las páginas e impregnan sus ojos con perspectivas, formas y colores. Es un ritual de presentación casi ancestral, que da inicio al proceso lector. Se crea sentido al manipular, al explorar. Nadie dudaría que eso no es lectura. Sin embargo, con el tiempo el lenguaje oral tiene más peso y la palabra oída, narrada, ocupa un lugar de preferencia. Atrás queda convertir al libro en una casa o girarlo sin papar. La historia envuelve; conecta la voz y la escucha; la atención con el silencio y la mirada con la complicidad.
En los niños y niñas con necesidades educativas especiales, esto no suele ser así. La edad no es una medida para las etapas naturales. No hay años, sino procesos que se inician. La atención es una meta de terapia y la complicidad un objetivo familiar. ¿El silencio en el habla? Siempre en exceso: o es muchísimo o muy poco. Entonces, ¿cómo leer?
Es sabido que en infancias atípicas el procesamiento sensorial también es diferente al habitual. Hay sentidos que se agudizan, otros quedan aparcados y algunos se vuelven insoportables. Se manifiestan claros favoritismos por el tacto, el sonido o imágenes que generen estímulos visuales. Esas predilecciones son las que utilizan nuestros niños y niñas para leer. Porque leer (sí, otra vez) es producir sentido, y no hay una única forma de hacerlo. En verdad, leen con la parte del cuerpo que resulta más gustoza y de la que, entienden, pueden extraer mayor placer e información. Podemos decir te quiero o hacer una caricia, pegar un grito que estremezca al cielo o poner una cara de enfado monumental: en ambos casos estamos produciendo significado. En otras palabras: la exploración es lectura; quedarse en una misma página es lectura; tirarle el libro a la cabeza a su hermano es lectura; chuparlo es lectura y transportarlo es lectura. Solo tienes que tener paciencia y otorgarle significado a lo que hace con el libro. Una vez descifrado, podrás acompañar esa singular lectura con la voz o entrar en su juego.
Esta idea de «leer el objeto» no es nueva ni mucho menos. El gran diseñador Bruno Munari (1907-1998) indagó en ella a través de los Prelibri. Como sus libros además de costosos son difíciles de encontrar, te dejo una interesante selección de libros aptos para ser recorridos con los sentidos, que escapan un poco a los más tradicionales con texturas o solapas. La sorpresa y el asombro se materializan en páginas que solo adquieren significado con el tacto o el movimiento. Algunos son delicados, sí: tendrás que presentárselos como un pájaro recién salido del nido, y te resultarán una hermosa excusa para enseñar a «leer solo con los ojos».